Por Mario Almirón
Secretario General de SADOP
La violencia en la escuela existe, nos estalla, pero de ninguna manera podemos dejar que nos inmovilice.
En los últimos días fuimos nuevamente avasallados por noticias con estos episodios en los que de alguna manera está involucrada la escuela como institución y la educación como actividad social y personal.
Los medios difunden casi a diario diversos casos y tipos de violencia que se ven reflejados en el ámbito escolar: docentes agredidos por padres, peleas entre alumnos con armas blancas, bullying o acoso escolar que culminan con un suicidio o actos con armas de fuego (caso de Carmen de Patagones). Tampoco hay que olvidar la violencia laboral a la que se encuentran sometidos los docentes y el cual no tiene cobertura periodística.
La modernidad calificó a la comunicación multidireccional como un desafío de la época, pero hoy debemos ampliar la mirada. Las violencias que se viven en la comunidad educativa nos imponen rescatar a través de la mediación el núcleo fundacional de todo proceso de comunicación: el diálogo.
Existe una multicasualidad para explicar las causas de estos sucesos. Por estos motivos, hay una limitación importante de los docentes para abordar solos el problema con éxito.
A partir de la multicausalidad es vital el rol y aporte que pueden hacer otros profesionales vinculados al quehacer educativo, ya que pueden ampliar la mirada sobre los problemas y aportar posibles soluciones.
Muchas escuelas privadas –y otras menos de gestión estatal– cuentan con gabinete psicopedagógico, algunos integrados sólo por psicopedagogos y otros por psicólogos y psicopedagogos.
Otro elemento central es el papel que le va a asignar la institución al gabinete, ya que puede limitarlo sólo a la detección de personas con problemas (de aprendizaje o de conducta), su diagnóstico y derivación a profesionales externos a la institución o, como pareciera más abarcativo y comprometido, asignarle facultades de diseñar estrategias de intervención. Esto implica también dotarlo de recursos no sólo materiales.
En ese diseño es trascendental la libertad del profesional y contar con la confianza institucional, especialmente de los directivos.
En todo este proceso la comunicación es clave.
Los medios pueden avasallar a los especialistas imponiendo los temas en la agenda periodística. No es con paneles mediáticos que se resuelve. Sin embargo, el trabajo a largo plazo, rescatando el valor de la palabra, y sin las presiones de la prensa por el último momento son ejes fundamentales para resolver la violencia escolar desde una multiplicidad de causas.
Otro tópico importante es el involucramiento de todos los actores de la escena educativa, lo cual incluye a docentes, directivos, padres y hasta ámbitos de la comunidad donde la escuela está inserta con estrategias que involucren en forma transversal a toda la actividad escolar el diálogo y la mediación. El aislamiento no es aconsejable.
El primer paso para abordar el problema de la violencia en el ámbito educativo es, sin dudas, ampliar la mirada.
Artículo publicado en Página 12