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Docentes en riesgo

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Una vez más las crónicas del día relatan un episodio extremadamente violento, amenazante y cruel al que se vio sometida en el día de ayer una docente de Física de un colegio privado en la ciudad de La Plata.

El episodio podrá pasar a ser una noticia más de violencia en la escuela pero es imprescindible que empecemos a dotar de significado y contenido las condiciones en las que los docentes desarrollan su tarea. De una vez por todas debemos darnos cuenta de la real dimensión de su trabajo. 

En primer lugar desmitifiquemos la famosa creencia según la cual los docentes gozan de por lo menos tres meses de vacaciones anuales, ya que como se puede comprobar, la docente en cuestión ya se encuentra tomando mesas de examen, seguramente en más de un establecimiento educativo, de gestión pública o privada; ya ha asistido a reuniones de personal la semana anterior y estará tratando de adecuar sus horarios en otras instituciones, con otros colegas , con los horarios de sus hijos y el resto de su familia, por sobre  todo procurando  mantener una negociación razonable en todos los ámbitos.

También tengamos en cuenta que los docentes, tal como la profesora víctima de la amenaza, tienen que preparar el examen que tomarán a sus alumnos, uno distinto para cada año (primero, segundo, tercero, etc.) y que lo hace fuera del horario en que asiste a la escuela. Seguramente lo hará en su casa, en medio del reclamo de alguno de sus hijos por el tiempo que se ausentó, porque no estaba cuando buscaba el par de medias que sólo mamá sabe dónde se guarda. Y si, las docentes son personas, mujeres en este caso, mamás, hijas, esposas con compromisos familiares que tienen que postergar porque su jornada laboral no termina en el tiempo que están en la escuela.

La lectura de los acontecimientos sucedidos a la docente dan cuenta de una concreta amenaza de algún alumno, que tomaron estado público por lo altamente elaborado, premeditado e intimidante. Sin embargo, lamentablemente, los docentes están sometidos a este y otro tipo de amenazas no menos graves en forma constante. Algunas de ellas son muchas veces invisibilizadas y hasta naturalizadas por los propios docentes y pasan a ser el inventario de obstáculos a sortear en su trabajo, cuando en realidad podrían prevenirse y evitarse si de verdad nos ponemos a reflexionar sobre los denominados riesgos psicosociales a los que los trabajadores de la educación están expuestos.

A las amenazas materializadas en una carta por un alumno para aprobar un examen, podrían sumarse otras innumerables conductas intimidantes practicadas por algunos padres, directivos y representantes legales que, al reiterarse y persistir en el tiempo afectan la salud, la autoestima y el clima de trabajo. 

Probablemente hoy, algunos lectores se inclinarán a pensar en ese alumno audaz que mandó esa carta, festejarán su “broma” o lo condenarán, pero pocos pensarán en la docente que sigue su tarea en esa escuela temiendo recibir otra vez una amenaza como esa, y, en el mejor de los casos todo el mundo se olvidará del asunto y también la profesora porque esperamos que esa amenaza en verdad nunca se concrete. Pero no podemos simplemente esperar que no pase y dejar que se olvide, debemos hacer algo.

La pregunta que cabe es entonces: ¿quién piensa hoy, cuando se están discutiendo los paupérrimos porcentajes de aumento al salario docente, en las condiciones de trabajo? ¿En vez de hablar del ausentismo docente, por qué no discutimos acerca de la salud laboral de los trabajadores de la educación? Creemos que las respuestas a estas preguntas sólo pueden encontrarse en el diálogo profundo de todas las condiciones de trabajo en las que el salario es sólo una de ellas, importante y urgente sin dudas, pero no las agota.

El marco de ese diálogo es la Paritaria Docente, por eso seguimos exigiendo su convocatoria y funcionamiento permanente. Por la profesora de Física de La Plata y por todos los docentes del país.

 

Mario Almirón
Secretario General
SADOP – CDN